Desde el quejido hiriente
de la noche,
atrapada en esta insoportable levedad
cuando se adormece la esperanza
y angustiada queda en las red
de una tediosa espera.
En tanto el viento silva…
en esas horas sin tregua
arrebatándote del olvido,
para configurar nuestra existencia.
Untándome de paso,
con palabras empolvadas
de un azul índigo...
recuerdos que se muerden como enredadera,
entre las aspas y remolinos,
y así poder desde este ensueño
aspirar tu huella en lo inextinguible.
Desnuda,
indomable, sin collares ni perlas…
ungida en ese olor tan tuyo
donde me pierdo sin excusas
como hiedra adherida a tu espalda de varón.
En una noche de ámbar y zafiros,
cuando resplandecen las quimeras
y ese color amarillo quemado,
sigue cayendo sobre el ocaso…
con trazos de pura inocencia,
en el límite de lo perfecto.
Doris Melo Mendoza.
2012
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